Por ahora, decidí no publicar nuevos artículos sobre la ciudadanía italiana. La verdad es que todavía tengo el corazón roto. Y sé que no soy la única. Nos toca esperar, al menos hasta el 8 de mayo, y ver qué pasa.
No hay muchas certezas hoy, pero sí una que me acompaña: no perder la calma ni la fe.
Este decreto me tocó muy de cerca, como estoy segura que también tocó a miles.
Hace dos años que investigo, busco documentos, sueño con una nueva etapa. Y de un día para otro, esa posibilidad se fragmenta, como si el viento desarmara un castillo de cartas que llevaba mucho construyendo.
Dicho esto, no quiero seguir alargando la angustia de la espera. Prefiero enfocarme en lo que sí puedo hacer.
Y una cosa tengo clara: el viaje lo voy a hacer igual.
Pase lo que pase, ya estoy lista para desafiar al destino. Y salga lo que salga, no pienso bajarme de este tren.
Voy a redireccionar mi camino con la misma energía, la misma intensidad, y el corazón abierto. Porque quizás, solo quizás… lo mejor aún esta por venir.
Abuelo… quiero que sepas algo:
Voy a ir igual.
Voy a caminar por tu pueblo, conocer tu historia y abrazar la mía.
Y me voy a sentar tranquila, con el alma liviana, a esperar lo mejor.
Porque esto no es un final, es un comienzo.
Llevo tu sangre en mis venas,
tu memoria en mi pecho,
y tu fuerza en mis sueños.
No importa cuántas puertas se cierren,
ni cuántos caminos se desvanezcan…
mi raíz es más fuerte que el viento,
y mi esperanza, más grande que el miedo.
Con amor, tu nieta.
